A las siete de la tarde el escenario será la plaza de la Trinidad, espacio urbano donde antaño, hasta 1933, estuvo ubicado el convento trinitario construido en 1275. Allí, el Secretario de la Cofradía, subido sobre una piedra, que antes estuvo en el convento, pasará lista a todos los cofrades que deben participar en el Santo Entierro. Después, en formación, se dirigirán por el Camino Real hacia la plaza Mayor y, desde aquí, a la ermita de la «Sangre», desde donde, a las ocho de la tarde, se iniciará el Santo Entierro.
Llegan los cofrades a la Ermita. Se organiza el orden de la procesión. Al principio todo son nervios por parte de los «arregladores», de la junta de gobierno de la cofradía e incluso por la propia mayoralía de turno, ya que peligra el llevar a buen fin su cometido, su responsabilidad de hacer posible la celebración del Santo Entierro.
La procesión ya está organizada y empieza la marcha. El clarín anunciador de la salida de cada uno de los pasos está a punto. Delante, aparecen las Verónicas, banderolas moradas, símbolo de la asistencia espiritual en los últimos momentos de los cofrades, los antiguos socorros mutuos y, con su vertical palo, al frente de todos la Santa Faz, anunciará la llegada del Santo Entierro.
Avanzan los cofrades despacio, parando la marcha continuamente, mientras tanto van saliendo, a clarinazo, los pasos. Nuevas paradas para acomodarse a la marcha de los otros pasos, mientras se escucha, casi pesado, el tambor de los «saions». Una vez el primer paso está en el calle, la «entrada de Jesús el Domingo de Ramos», le seguirán los otros pasos, mientras los «arregladores» irán arriba y abajo organizando a los cofrades, haciendo breves paradas. Y como si anclado en el tiempo, la figura del «judío» que al grito de «Puríssima Sangre de Jesucristo» pedirá una aportación económica para el sostenimiento de la ermita. A cada donación entregará el tradicional «caramelet», golosina que también reclamaran, a los cofrades, los niños y no tan niños, que presencian en silencio el paso de la piadosa comitiva.
A la entrada de Jesús le siguen los otros pasos; la Última Cena, la Oración en el Huerto, el Beso de Judas, los Azotes, el EcceHomo, el Nazareno, la Verónica, el Cristo de la Buena Paz, el Descendimiento de la Cruz, la Dolorosa, la Soledad, el San Sepulcro y finalmente, la Vera Cruz, máxima enseña de la cristiandad.
La procesión del Santo Entierro, después de más de cuatro horas de marcha, inicia su vuelta a la Ermita de la «Sangre» acompañada por el armonioso redoble de los tambores de las bandas de cornetas y tambores, sobresaliendo, como si se hubiera apoderado del silencio, el tambor dels «saions», al final, después de la Vera Cruz, la banda de música de la Sociedad Musical Lira Saguntina.